El pueblo de Cicera en Cantabria
Debido a su historia y rodeada de montañas que forman la alineación de Peña Sagra, Cicera ha conseguido permanecer inalterada a lo largo de los años, convirtiéndose en uno de los pueblos más atractivos de Cantabria.
Características de Cicera
En el año 2008 y según el INE, Cicera contaba con una población de 68 habitantes. Está a unos 500 metros sobre el nivel del mar y dista cinco kilómetros de Linares, la capital municipal.
Pasa por este lugar un arroyo, el río Cicera, que en su descenso hacia el río Deva, del que es afluente, forma la garganta de la Agüera Riocicera, un desfiladero lateral respecto al de La Hermida.
Es el último pueblo del municipio antes de pasar a Lamasón, lo que ha determinado que sea lugar de paso de varias rutas de senderismo.
Sendero Camino de Arceón
Por Cicera pasa el sendero del llamado «Camino de Arceón», que parte del Collado Joz, entre Lamasón y Peñarrubia, pasa por Cicera, sube al collado de Arceón (971 m) y baja a Lebeña, para seguir después por Castro-Cillorigo, donde enlaza con el Sendero de la Reserva de Saja, continua por Potes y llega al Monasterio de Santo Toribio de Liébana.
Es por ello que es lugar de paso para aquellos que realizan el Camino Lebaniego.
Qué ver en Cicera
En Cicera encontramos la iglesia parroquial en estilo barroco montañés, construida en los siglos XVII-XVIII en la que se puede apreciar la belleza de la portada de arco en casetones y de capilla interior, de complicada nervadura de estrellas y combados.
Junto a la iglesia se encuentran las ruinas de la ermita de Santa Cilde.
Cerca de la localidad encontramos también la ermita de Santa Catalina, desde la que sale un camino que lleva al al mirador de Santa Catalina, situado en los restos de un antiquísimo castillo conocido como “Bolera de los Moros”.
Un poco de historia sobre Cicera
Se cree que las primeras ocupaciones de la zona fueron grupos de cazadores y recolectores del Paleolítico Medio (entre 90.000 y 35.000 años antes del presente). Así, se han documentado ocupaciones de hombre de Neandertal que debía de remontar el Deva durante la primavera y el Verano persiguiendo a las manadas de cabra montés y rebeco hasta Liébana, mientras que, en los meses de invernada, retornar a la zona costera, con mejor clima.
Durante el Paleolítico Superior (35.000 a 10.000 años de antigüedad), se aprecia una mayor ocupación del municipio, debido a la aparición de un buen número de cuevas con restos de este período. Posiblemente las cuevas de Peñarrubia eran empleadas, durante los meses más benignos del año, en los cuales la pesca del salmón y la captura de cabras y rebecos ofrecían una fuente predecible de recursos alimenticios, de gran importancia para la subsistencia de los grupos humanos paleolíticos, eminentemente nómadas.
Con el final del Paleolítico y del Holoceno, la población debió incrementarse. Es el momento en que empiezan a ocuparse las zonas altas de los valles interiores, aunque dentro de una economía basada en la caza y la recolección.
La generalización de la agricultura y la ganadería, durante el Neolítico y la Edad del Cobre (entre 6.000 y 4.000 años antes del presente), provocó la necesidad de ocupar nuevos territorios. Es en este momento cuando se colonizan definitivamente las partes altas de los valles y los pastos de montaña, zonas que frecuentemente son deforestadas y convertidas en zonas de pastoreo por la comunidades humanas. En esta fase se generaliza el fenómeno megalítico del que, en Peñarrubia, se conocen numerosos ejemplos, como la necrópolis megalítica del Collado de Llaves (con seis túmulos) y la de Cires (con catorce túmulos, de los que cuatro se encuentran en el municipio de Peñarrubia y el resto en Lamasón). Los túmulos son sepulcros levantados de la tierra.
En general estos túmulos son de escasas dimensiones y en ocasiones conservan restos de cámara dolménica, o estructura central de piedra dentro de la cual se enterraba a los difuntos.
La edad de bronce (4.000 a 2.700 años de antigüedad) y la edad del hierro (entre el 700 A.C. y la conquista romana, 19 A.C.) han dejado algunos restos, si bien no se tiene constancia de la existencia de poblados castreños típicos de estos períodos. En algunas de las cuevas del municipio, han aparecido cerámicas y restos de esta época. Es reseñable la aparición de grabados rupestres en el Tombo (Abrigo) de las puertas del castillo de La Bolera de los Moros, quizás una representación de un ídolo datado en la edad del bronce.
Época Romana en Cicera
La época romana tampoco ha dejado testimonios en Peñarrubia, a pesar de que la existencia de fuentes termales en Caldas y La Hermida hace pensar en la utilización de las mismas en esta época. Únicamente algunos fragmentos de cerámica aparecidos en cuevas como El Nidral o Ciloña pudieran atribuirse a estos momentos.
Cicera en la Edad Media
El comienzo de la Edad Media supone un momento de esplendor para la comarca. Con la llegada de los árabes a la Península, se produce una llegada masiva de población a los apartados valles asturianos y cántabros. La aparición de un tesorillo de monedas de oro visigodas en las proximidades de La Hermida hace pensar en unos tiempos de inestabilidad, en los que esta zona se convirtió en refugio para buena parte de la población cristiana.
Mención especial merecen las evidencias que documentan la llegada en estos primeros siglos del medievo, de las primeras comunidades cristianas, las cuales fundarán por toda la región un buen número de monasterios, de los que conocemos en Peñarrubia el de Aguas Cálidas, hoy en día desaparecido (se documenta su fundación en el documento más antiguo del Cartulario de Santo Toribio de Liébana datado de enero del año 790 dc).
En estos momentos se citan en fuentes escritas, por primera vez, la mayor parte de los pueblos del municipio, lo que demuestra la vitalidad que en la época tenía Peñarrubia. En un período de tanta inestabilidad, el castillo de La Bolera de los Moros, en Piñeres, se convirtió en un formidable bastión, que desde su situación estratégica, controlaba a la entrada a Liébana y los pasos hacia el Valle del Nansa. Este castillo y en general el desarrollo que Peñarrubia tuvo en los primeros siglos de la Edad Media, es un claro ejemplo de los esfuerzos realizados por la monarquía asturiana para llevar a cabo la repoblación y el control de territorio cantábrico.
Con el avance de la “Reconquista”, en plena Edad Media, los valles del norte de la península van perdiendo su trascendencia a favor de la tierras de la Meseta. El poder de la monarquía va dejando paso a un poder señorial, del que son un claro exponente los dominios monásticos y , poco después, las torres que a lo largo de la Baja Edad Media van apareciendo en el valle de Peñarrubia. Este tipo de construcción militar posee un inusitado desarrollo en Peñarrubia, con hasta tres ejemplos en apenas un Km. La torre de Berdeja, la torre de Piedrahita y la más conocida y mejor conservada, la torre del Pontón de Linares, debieron conformar una línea defensiva de notable trascendencia que controlaba el paso entre las cuencas del río Deva y el río Nansa. Otro elemento de la plena Edad Media es la Ermita de San Pelayo, en La Hermida, típico ejemplo de edificio religioso rural de inicios del XIII.
La baja Edad Media y el inicio de la edad Moderna supone un declive de la importancia de Peñarrubia como zona estratégica, y el municipio pasa a ser un mero apéndice de Liébana, en donde se producen notables hechos históricos y en donde Potes alcanza un reseñable apogeo como núcleo político, al amparo de su Torre del Infantado.
No obstante, el hecho de que las rutas de acceso a Liébana, tanto por el Desfiladero de La Hermida, como por los pasos entre las cuencas del río Nansa y el río Deva, tuvieran que pasar necesariamente por el municipio, produjo que la zona conservara una notable importancia, siendo el señor de La Hermida (Dueño y señor de la torre del Pontón de Linares) un influyente noble que controlaba los derechos de paso por su territorio, aunque supeditado al poder del Infantado. A pesar de ello, los dos concejos del Valle de Peñarrubia, Linares y Piñeres, que formaban parte de la Merindad de las Asturias de Santillana, consiguieron mantenerse dentro de la jurisdicción de realengo, es decir, que pagaban sus impuestos a la corona y no dependían de la nobleza.
Ejemplo de esto es la formación de la federación de los Cinco valles de Peñamellera que, a buen seguro, mantuvo a raya los intentos de señorización del territorio por parte del señor de La Hermida.
Si consultamos el Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de Pascual Madoz, editado en 1849, en el que vemos que por aquel entonces Cicera contaba con aproximadamente el 25% de todas las casas del municipio, podemos hacernos una idea de la realidad de Peñarrubia en la primera mitad del siglo XIX.
Esto nos demuestra claramente que el pueblo más importante era, en esa época, Cicera, el cual contaba, además con tres molinos harineros, uno de los cuales se encuentra dentro de nuestra finca.
También conocemos que se estaba construyendo el camino de Sierras Albas a Tina Mayor, luego en esa fecha (1849) aún no existía el camino hacia Panes desde La Hermida, y el acceso se hacia por Linares. Dado que en un principio el Valle de Peñarrubia lo componían los concejos de Linares, que agrupaba La Hermida, Caldas, Linares, Navedo, Roza, y Piñeres, que agrupaban a este último con Cicera, los primeros recibían su correspondencia de Potes y los dos últimos de Lamasón.
Edad contemporénea de Cicerca
La construcción de 2 obras civiles, que cambiaran sustancialmente la vida y costumbres del municipio de Peñarrubia, marcan el desarrollo de la edad Contemporánea en el municipio. Por un lado, la construcción de la carretera del desfiladero de La Hermida, y por otro, la construcción y puesta en actividades del Balneario de La Hermida, ambas desarrolladas en el siglo XIX.
La carretera de La Hermida: Fue construida por el Ramo de Marina a partir de los primeros años del siglo XIX con el fin de extraer las maderas del bosque lebaniego con destino a la construcción naval. Antes de la apertura de la carretera de La Hermida cuya obra duró casi un siglo, de los primeros años del siglo XIX a 1873, los contactos de Liébana con Santander capital y con la costa eran escasos y bastante menos frecuentes que con Castilla.
Una vez abierta al público la carretera de Potes a Panes, el Valle de Peñarrubia quedo, salvo el pueblo de La Hermida, al margen del trasiego del paso de las gentes que desde Liébana iban a Santander, a la costa y viceversa. Este hecho provocó que las poblaciones de este municipio quedasen bastante aisladas, y fruto de ello, conservasen su idiosincrasia. Así, de ser Cicera la población más importante de las siete a comienzos del siglo XIX, la apertura de la carretera produjo que pasase a ser La Hermida la población más concurrida.