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La costa de Cantabria alberga una gran cantidad de hermosas playas, y entre ellas se encuentra la magnífica Playa de Amió en Pechón. Con una longitud de 600 metros y una anchura de 50 metros, esta playa es un verdadero paraíso para los amantes del mar y la naturaleza.


Vista de la Playa de Amió o Pechón

En este post de nuestro blog de El Molino de Cicera, descubriremos las características únicas de esta playa cántabra, su ubicación, acceso, servicios y las actividades que se pueden disfrutar en sus alrededores. ¡Prepárate para sumergirte en la belleza de Amió Beach!

Ubicación y Acceso de la Playa de Amió

La Playa de Amió se encuentra en la localidad cántabra de Pechón y de hecho mucha gente la conoce como la Playa de Pechón. Situada en la costa occidental de Cantabria, cerca del límite con Asturias, esta playa goza de una ubicación privilegiada rodeada de impresionantes paisajes naturales.


El desvío está a la altura del Restaurante Parrilla El Fogón

Para acceder a la playa, se puede llegar en coche a través de la carretera nacional N-634, tomando la desviación por la carretera comarcal CA-380 hacia Pechón. También es posible llegar a través de la autovía del Cantábrico A-8/E-70, tomando la salida de Unquera.

El desvío es claro, cuando veas la Parrilla El Fogón, te metes para abajo. Desde allí, un camino bien indicado y descendente te llevará hasta el arenal. Si bien hay un parking justo al lado de la playa, es pequeño y muchas veces está lleno y te toca darte una buen vuelta.

Nuestra recomendación es que aparques arriba, enfrente del restaurante, que hay un parking gratuito, y te bajas andando, son unos 800 metros. Tras bajar un poco verás esta indicación señalando la Playa de Amió.


Esta señal indica por donde seguir hasta la playa

Ojo con la pendiente de la última rampa de acceso a la playa de Amió ya que a veces puede estar un poco resbaladizo, sobre todo si vas en chanclas.

¿Por qué es una playa única?

La Playa de Amió se destaca por sus características únicas que la hacen especial y atractiva para los visitantes. Su arena fina y dorada se extiende a lo largo de la costa, brindando un lugar perfecto para relajarse y disfrutar del sol.


Cuidado con las mareas porque en pleamar buena parte de la playa desaparece

Sin embargo, lo que distingue a esta playa es una peculiar formación rocosa en el centro, que se asemeja a la cabeza de un martillo. Esta formación divide la playa en dos sectores, creando una vista impresionante desde cualquier punto.

Por lo tanto, es aconsejable echar un vistazo a la tabla de mareas antes de bajar hasta la playa.

Explorando los Alrededores

La Playa de Amió se encuentra en una ubicación estratégica para explorar otros lugares encantadores de la región de Cantabria. Cerca tenemos las localidades de Prellezo (donde se ubica otra playa mágica, la Playa de Berellín), San Vicente de la Barquera y Unquera. Así que estamos a tiro de piedra de Liébana (donde se ubica nuestro alojamiento) y del Valle del Nansa.


Espectacular vista de la Ría de Tina Menor en su llegada al mar

También en los alrededores de Pechón podemos recorrer con el coche las rías de Tina Menor y Tina Mayor, que cuentan con un paisaje y una belleza natural espectacular.

Sabes que tienes que venir

La Playa de Amió en Pechón es un verdadero tesoro de la costa de Cantabria. Con su peculiar formación rocosa, su arena dorada y su entorno natural impresionante, esta playa ofrece a los visitantes una experiencia única y memorable.

No olvides que si quieres disfrutar de esta playa y de toda la zona, te puedes alojar en nuestro mágico Molino de Cicera, ya que en 30 minutos puedes estar en la playa y explorar todos los alrededores de Pechón.

Si has llegado a Cicera y quieres descubrir sitios llenos en encanto en los alrededores, no te puedes perder la Cascada que queda a poca distancia de El Molino de Cicera y que está dentro de la Ruta de las Agüeras en las que se pueden ver más cascadas.

La cascada de la que te hablamos está a poca distancia de El Molino de Cicera y es una bonita caminata en su mayor parte llana y que solo requiere tener un poco de cuidado en la bajada a la cascada, que tiene un poco de pendiente, como es normal, ya que estamos bajando al cauce del río.

Pasos para llegar a la Cascada en la ruta de las Agüeras

Según salgas de El Molino de Cicera por la entrada principal gira a la derecha y baja por la cuesta hasta el bar del pueblo. Sigue adelante y entrarás en una senda que no tiene pérdida por la que tienes que ir recto sin desviarte.

 

Tienes que cruzar este puente y seguir adelante siempre sin desviarte del camino principal. Tras unos minutos andando sin demasiado esfuerzo (es prácticamente llano) te encontrarás con una bifurcación bien señalada con flechas y debemos coger la que dice «Ruta Las Agüeras».

 

Es el camino de la derecha, que comenzará el descenso hacia el cauce del río. Bajaremos un rato recto y luego el camino hace un codo y la pendiente será un poco más inclinada. Con tener un poco de cuidado de donde ponemos los pies será suficiente. Al cabo de unos minutos habremos llegado a la magnífica cascada, en la que podemos bañarnos. Eso sí, el agua está bastante fría y conviene tener cuidado porque muchas rocas son resbaladizas.

 

En resumen, es una caminata sin dificultad que se puede hacer en una mañana de forma tranquila y que es un paseo muy bonito en el que disfrutar de la naturaleza y la magnífica vista de la Cascada. También si te animas y lo tuyo es el senderismo, puedes continuar por la Ruta de las Agüeras, una ruta muy bonita que desde El Molino de Cicera te recomendamos.

 

Debido a su historia y rodeada de montañas que forman la alineación de Peña Sagra, Cicera ha conseguido permanecer inalterada a lo largo de los años, convirtiéndose en uno de los pueblos más atractivos de Cantabria.

Características de Cicera

En el año 2008 y según el INE, Cicera contaba con una población de 68 habitantes. Está a unos 500 metros sobre el nivel del mar y dista cinco kilómetros de Linares, la capital municipal.

Pasa por este lugar un arroyo, el río Cicera, que en su descenso hacia el río Deva, del que es afluente, forma la garganta de la Agüera Riocicera, un desfiladero lateral respecto al de La Hermida.

Es el último pueblo del municipio antes de pasar a Lamasón, lo que ha determinado que sea lugar de paso de varias rutas de senderismo.

Sendero Camino de Arceón

Por Cicera pasa el sendero del llamado «Camino de Arceón», que parte del Collado Joz, entre Lamasón y Peñarrubia, pasa por Cicera, sube al collado de Arceón (971 m) y baja a Lebeña, para seguir después por Castro-Cillorigo, donde enlaza con el Sendero de la Reserva de Saja, continua por Potes y llega al Monasterio de Santo Toribio de Liébana.

Es por ello que es lugar de paso para aquellos que realizan el Camino Lebaniego.

Qué ver en Cicera

En Cicera encontramos la iglesia parroquial en estilo barroco montañés, construida en los siglos XVII-XVIII en la que se puede apreciar la belleza de la portada de arco en casetones y de capilla interior, de complicada nervadura de estrellas y combados.

Junto a la iglesia se encuentran las ruinas de la ermita de Santa Cilde.

Cerca de la localidad encontramos también la ermita de Santa Catalina, desde la que sale un camino que lleva al al mirador de Santa Catalina, situado en los restos de un antiquísimo castillo conocido como “Bolera de los Moros”.

Un poco de historia sobre Cicera

Se cree que las primeras ocupaciones de la zona fueron grupos de cazadores y recolectores del Paleolítico Medio (entre 90.000 y 35.000 años antes del presente). Así, se han documentado ocupaciones de hombre de Neandertal que debía de remontar el Deva durante la primavera y el Verano persiguiendo a las manadas de cabra montés y rebeco hasta Liébana, mientras que, en los meses de invernada, retornar a la zona costera, con mejor clima.

Durante el Paleolítico Superior (35.000 a 10.000 años de antigüedad), se aprecia una mayor ocupación del municipio, debido a la aparición de un buen número de cuevas con restos de este período. Posiblemente las cuevas de Peñarrubia eran empleadas, durante los meses más benignos del año, en los cuales la pesca del salmón y la captura de cabras y rebecos ofrecían una fuente predecible de recursos alimenticios, de gran importancia para la subsistencia de los grupos humanos paleolíticos, eminentemente nómadas.

Con el final del Paleolítico y del Holoceno, la población debió incrementarse. Es el momento en que empiezan a ocuparse las zonas altas de los valles interiores, aunque dentro de una economía basada en la caza y la recolección.

La generalización de la agricultura y la ganadería, durante el Neolítico y la Edad del Cobre (entre 6.000 y 4.000 años antes del presente), provocó la necesidad de ocupar nuevos territorios. Es en este momento cuando se colonizan definitivamente las partes altas de los valles y los pastos de montaña, zonas que frecuentemente son deforestadas y convertidas en zonas de pastoreo por la comunidades humanas. En esta fase se generaliza el fenómeno megalítico del que, en Peñarrubia, se conocen numerosos ejemplos, como la necrópolis megalítica del Collado de Llaves (con seis túmulos) y la de Cires (con catorce túmulos, de los que cuatro se encuentran en el municipio de Peñarrubia y el resto en Lamasón). Los túmulos son sepulcros levantados de la tierra.

En general estos túmulos son de escasas dimensiones y en ocasiones conservan restos de cámara dolménica, o estructura central de piedra dentro de la cual se enterraba a los difuntos.

La edad de bronce (4.000 a 2.700 años de antigüedad) y la edad del hierro (entre el 700 A.C. y la conquista romana, 19 A.C.) han dejado algunos restos, si bien no se tiene constancia de la existencia de poblados castreños típicos de estos períodos. En algunas de las cuevas del municipio, han aparecido cerámicas y restos de esta época. Es reseñable la aparición de grabados rupestres en el Tombo (Abrigo) de las puertas del castillo de La Bolera de los Moros, quizás una representación de un ídolo datado en la edad del bronce.

Época Romana en Cicera

La época romana tampoco ha dejado testimonios en Peñarrubia, a pesar de que la existencia de fuentes termales en Caldas y La Hermida hace pensar en la utilización de las mismas en esta época. Únicamente algunos fragmentos de cerámica aparecidos en cuevas como El Nidral o Ciloña pudieran atribuirse a estos momentos.

Cicera en la Edad Media

El comienzo de la Edad Media supone un momento de esplendor para la comarca. Con la llegada de los árabes a la Península, se produce una llegada masiva de población a los apartados valles asturianos y cántabros. La aparición de un tesorillo de monedas de oro visigodas en las proximidades de La Hermida hace pensar en unos tiempos de inestabilidad, en los que esta zona se convirtió en refugio para buena parte de la población cristiana.

Mención especial merecen las evidencias que documentan la llegada en estos primeros siglos del medievo, de las primeras comunidades cristianas, las cuales fundarán por toda la región un buen número de monasterios, de los que conocemos en Peñarrubia el de Aguas Cálidas, hoy en día desaparecido (se documenta su fundación en el documento más antiguo del Cartulario de Santo Toribio de Liébana datado de enero del año 790 dc).

En estos momentos se citan en fuentes escritas, por primera vez, la mayor parte de los pueblos del municipio, lo que demuestra la vitalidad que en la época tenía Peñarrubia. En un período de tanta inestabilidad, el castillo de La Bolera de los Moros, en Piñeres, se convirtió en un formidable bastión, que desde su situación estratégica, controlaba a la entrada a Liébana y los pasos hacia el Valle del Nansa. Este castillo y en general el desarrollo que Peñarrubia tuvo en los primeros siglos de la Edad Media, es un claro ejemplo de los esfuerzos realizados por la monarquía asturiana para llevar a cabo la repoblación y el control de territorio cantábrico.

Con el avance de la “Reconquista”, en plena Edad Media, los valles del norte de la península van perdiendo su trascendencia a favor de la tierras de la Meseta. El poder de la monarquía va dejando paso a un poder señorial, del que son un claro exponente los dominios monásticos y , poco después, las torres que a lo largo de la Baja Edad Media van apareciendo en el valle de Peñarrubia. Este tipo de construcción militar posee un inusitado desarrollo en Peñarrubia, con hasta tres ejemplos en apenas un Km. La torre de Berdeja, la torre de Piedrahita y la más conocida y mejor conservada, la torre del Pontón de Linares, debieron conformar una línea defensiva de notable trascendencia que controlaba el paso entre las cuencas del río Deva y el río Nansa. Otro elemento de la plena Edad Media es la Ermita de San Pelayo, en La Hermida, típico ejemplo de edificio religioso rural de inicios del XIII.

La baja Edad Media y el inicio de la edad Moderna supone un declive de la importancia de Peñarrubia como zona estratégica, y el municipio pasa a ser un mero apéndice de Liébana, en donde se producen notables hechos históricos y en donde Potes alcanza un reseñable apogeo como núcleo político, al amparo de su Torre del Infantado.

No obstante, el hecho de que las rutas de acceso a Liébana, tanto por el Desfiladero de La Hermida, como por los pasos entre las cuencas del río Nansa y el río Deva, tuvieran que pasar necesariamente por el municipio, produjo que la zona conservara una notable importancia, siendo el señor de La Hermida (Dueño y señor de la torre del Pontón de Linares) un influyente noble que controlaba los derechos de paso por su territorio, aunque supeditado al poder del Infantado. A pesar de ello, los dos concejos del Valle de Peñarrubia, Linares y Piñeres, que formaban parte de la Merindad de las Asturias de Santillana, consiguieron mantenerse dentro de la jurisdicción de realengo, es decir, que pagaban sus impuestos a la corona y no dependían de la nobleza.

Ejemplo de esto es la formación de la federación de los Cinco valles de Peñamellera que, a buen seguro, mantuvo a raya los intentos de señorización del territorio por parte del señor de La Hermida.

Si consultamos el Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de Pascual Madoz, editado en 1849, en el que vemos que por aquel entonces Cicera contaba con aproximadamente el 25% de todas las casas del municipio, podemos hacernos una idea de la realidad de Peñarrubia en la primera mitad del siglo XIX.

Esto nos demuestra claramente que el pueblo más importante era, en esa época, Cicera, el cual contaba, además con tres molinos harineros, uno de los cuales se encuentra dentro de nuestra finca.

También conocemos que se estaba construyendo el camino de Sierras Albas a Tina Mayor, luego en esa fecha (1849) aún no existía el camino hacia Panes desde La Hermida, y el acceso se hacia por Linares. Dado que en un principio el Valle de Peñarrubia lo componían los concejos de Linares, que agrupaba La Hermida, Caldas, Linares, Navedo, Roza, y Piñeres, que agrupaban a este último con Cicera, los primeros recibían su correspondencia de Potes y los dos últimos de Lamasón.

Edad contemporénea de Cicerca

La construcción de 2 obras civiles, que cambiaran sustancialmente la vida y costumbres del municipio de Peñarrubia, marcan el desarrollo de la edad Contemporánea en el municipio. Por un lado, la construcción de la carretera del desfiladero de La Hermida, y por otro, la construcción y puesta en actividades del Balneario de La Hermida, ambas desarrolladas en el siglo XIX.

La carretera de La Hermida: Fue construida por el Ramo de Marina a partir de los primeros años del siglo XIX con el fin de extraer las maderas del bosque lebaniego con destino a la construcción naval. Antes de la apertura de la carretera de La Hermida cuya obra duró casi un siglo, de los primeros años del siglo XIX a 1873, los contactos de Liébana con Santander capital y con la costa eran escasos y bastante menos frecuentes que con Castilla.

Una vez abierta al público la carretera de Potes a Panes, el Valle de Peñarrubia quedo, salvo el pueblo de La Hermida, al margen del trasiego del paso de las gentes que desde Liébana iban a Santander, a la costa y viceversa. Este hecho provocó que las poblaciones de este municipio quedasen bastante aisladas, y fruto de ello, conservasen su idiosincrasia. Así, de ser Cicera la población más importante de las siete a comienzos del siglo XIX, la apertura de la carretera produjo que pasase a ser La Hermida la población más concurrida.

¡Descubre la encantadora belleza de Potes, la capital del valle de Liébana en la provincia de Cantabria!

Ubicado en el corazón de la región de Cantabria, Potes es un destino turístico que no puedes perderte en tu viaje si estás buscando sumergirte en la historia, la cultura y sobre todo la naturaleza de nuestra provincia, Cantabria infinita.

Rodeada de montañas y en pleno corazón de los Picos de Europa, esta pintoresca localidad cántabra ofrece una combinación perfecta de paisajes impresionantes, buena gastronomía y patrimonio histórico.

Si vienes tanto como peregrino del Camino Lebaniego como a visitar el valle de Liébana, Potes es una parada obligada para todos los turistas. Te presentamos los aspectos principales y las cosas que no puedes dejar de ver en Potes.

El Casco Antiguo de Potes

Al pasear por el casco antiguo de Potes, te sentirás transportado en el tiempo. Sus calles empedradas y estrechas están llenas de encanto y se alinean con hermosas casas de arquitectura tradicional. Explora sus plazas y admira las fachadas históricas mientras te sumerges en la atmósfera medieval de la ciudad.

La Torre del Infantado

Esta imponente torre, de origen medieval, se alza justo en el centro de Potes, y su presencia se destaca entre el entorno pintoresco de calles empedradas y casas de arquitectura tradicional. La Torre del Infantado es un símbolo histórico y un buen exponente de la arquitectura civil en Potes.

Construida en el siglo XIV, la torre fue residencia durante un primer momento de la Familia de la Lama para pasar luego a manos de Tello, Señor de Liébana y hermano del rey Enrique II. Fue también casa solar de Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana y de la casa ducal del Infantado. Su estructura imponente y su estilo arquitectónico gótico llaman la atención de los turistas, ya que es imposible no verla si acabas de llegar al centro de la localidad.

La Torre del Infantado consta de cuatro plantas y una altura de aproximadamente 20 metros. Sus muros de piedra maciza, sus pequeñas ventanas y sus almenas dan testimonio de su carácter defensivo en el pasado, como fortificación defensiva. En la actualidad, el edificio ha sido restaurado y alberga el Archivo Histórico de la Villa de Potes.

La visita a la Torre del Infantado es una oportunidad única para sumergirse en la historia y explorar sus estancias interiores. Desde la planta baja, donde se encuentra la entrada, hasta la planta superior, se pueden apreciar elementos arquitectónicos originales y exposiciones que narran la historia y la evolución de la torre y de la región.

Además, desde la parte superior de la torre se puede disfrutar de una vista panorámica excepcional de Potes y sus alrededores. El paisaje montañoso, con los Picos de Europa como telón de fondo, crea un escenario impresionante que invita a la contemplación y la fotografía.

El Monasterio de Santo Toribio de Liébana

Este monasterio franciscano, ubicado a pocos kilómetros de Potes, es un importante lugar de peregrinación y uno de los centros religiosos más significativos de la región. Alberga el Lignum Crucis, el trozo más grande de la cruz en la que fue crucificado Jesucristo. Además, su entorno natural es impresionante y ofrece vistas panorámicas del valle.

Supone el final de la peregrinación del Camino Lebaniego, que en 2023 celebra su año santo jubilar, con gran afluencia de Peregrinos. El Molino de Cicera se encuentra en pleno Camino Lebaniego y Cicera se encuentra justo al final de le segunda etapa a pie desde San Vicente de la Barquera.

La historia del monasterio comienza con la llegada de Toribio de Astorga, un santo y mártir cristiano a principios del siglo V. Trae con él, el trozo más grande de la cruz de Cristo (El Lignum Crucis). El entonces rey de Asturias, Alfonso II, decidió construir un monasterio para albergar los restos del santo y convertirlo en un lugar de peregrinación y devoción. En 1512, el Papa Julio II, otorga, mediante bula, el privilegio de la celebración del año jubilar lebaniego.

A lo largo de los siglos, el monasterio sufrió varias reformas y ampliaciones, adaptándose a las necesidades de la época y conservando su importancia como centro religioso.

El Puente de San Cayetano

Este antiguo puente de piedra, que cruza el río Deva, en su bajada hacia La Hermida, es uno de los iconos de Potes. Construido en el siglo XVI, se ha convertido en un símbolo de la ciudad. Dar un pequeño paseo por el puente y admirar las vistas del río, las calles empedradas y las montañas circundantes merece la pena si es la primera vez que visitas Potes.

Parque Nacional de los Picos de Europa

Potes es un punto de partida perfecto para explorar el impresionante Parque Nacional de los Picos de Europa, que se divide entre las provincias de Cantabria, Asturias y León. Esta reserva natural es famosa por sus impresionantes picos, valles profundos y paisajes de ensueño. Aquí podrás disfrutar de senderismo, escalada, observación de aves y muchas otras actividades al aire libre.

Gastronomía de Potes

La gastronomía local: Potes es conocido por su deliciosa cocina tradicional cántabra. Prueba los platos típicos de la zona, como el Cocido Lebaniego, un suculento guiso que cuenta con un cuenco de sopa con fideos, garbanzos y verdura y una buena selección de carnes, o los quesos de Liébana, elaborados de manera artesanal. No olvides acompañar tu comida con un vaso de orujo, el aguardiente local.

El Teleférico de Fuente Dé

A solo unos minutos en coche desde Potes subiendo dirección Camaleño, encontrarás el Teleférico de Fuente Dé. Es una bonita subida en la que también pasarás por la localidad de Espinama y Cosgaya. El teleférico te llevará a lo más alto de los Picos de Europa en cuestión de minutos y podrás hacer rutas muy divertidas y asequibles para alguien en buenas condiciones físicas como la Subida a Cabaña Verónica o la visita al Refugio de Aliva. Disfruta de las vistas panorámicas una vez llegues arriba y si vas en invierno no te olvides de raquetas o crampones, según sea el estado de la nieve.

Cuesta lanzar un paso tras otro, igual que pensar en el tiempo que vamos a tener al día siguiente, lo importante es que esto no reste nada de lo que nos apetece hacer.

Intento pensar solo en el aquí y ahora, aunque no siempre lo consigo, pero da igual, lo que importa es el empeño y el esfuerzo que ponemos en lo que hacemos.

En estos lugares, el tiempo parece detenido, parado; hay tareas que parecen ancladas en el tiempo: serrar madera para el fuego, etc.

Hay casas con mucha solera, abunda la piedra y el agua de arroyo con los abrevaderos remotos en muchos lugares, a horas determinadas y vete a saber cuando, las vacas bajarán y beberán.

Suenan toques de campana, solitarios y retumbones que invitan a «no se qué…», para algunos será recogimiento y para otras y sólo otras mujeres, una costumbre que las llevará a un banco de la iglesia donde verse, repetir unos rezos sabidos y quizás acordarse de los que ya no están; también esperar quizás a que llegue el día, ese día…en el que termine todo, los recuerdos de otras personas, unas queridas y otras menos queridas pero presentes en muchos casos…; como será eso…suspiro, respiración entrecortada…terminada tal vez, algún recuerdo que otro, o pocos, o ninguno quizás, ojos que se abren por última vez y se cierran levantando pupilas, imagino que no será igual morir solo que acompañado, imagino solo claro.

Quizás quien mejor se quede sea el que cierra los ojos y fluye y se va…

Escrito por: J. L. C. A