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Cantabria es tierra de naturaleza viva, montañas infinitas y pueblos con encanto que invitan a detenerse. Entre estos destinos mágicos, brilla un nombre que cada vez suena con más fuerza entre los viajeros que buscan paz y autenticidad: Cicera. Si buscas un refugio silencioso entre montañas, donde la vida se saborea con calma y los paisajes te roban el aliento, has llegado al lugar indicado. Te invitamos a descubrir cómo puedes desconectar en uno de los pueblos más bonitos de Cantabria: Cicera.

 

Cicera: un tesoro escondido en el corazón del valle de Liébana

 

Situado en el municipio de Peñarrubia, Cicera forma parte de la comarca de Liébana, una de las zonas más bellas y menos masificadas de Cantabria. Este pequeño pueblo de montaña se asienta entre bosques de robles y castaños, y ofrece un punto de partida ideal para amantes del senderismo, la naturaleza y la tranquilidad.

 

Con apenas medio centenar de habitantes, Cicera se conserva como un lugar donde el tiempo parece detenerse. Sus calles empedradas, casas de arquitectura tradicional y vistas sobrecogedoras del desfiladero de la Hermida y los Picos de Europa lo convierten en un lugar perfecto para desconectar.

 

Por qué desconectar en Cicera es una experiencia única

 

Desconectar en uno de los pueblos más bonitos de Cantabria, Cicera, no es solo una escapada rural. Es una inmersión en la tradición, el paisaje y la calma interior. Al pasear por el pueblo o sentarte en alguna de sus plazas, el silencio se convierte en un compañero reconfortante. 

 

Aquí no hay prisas, ni semáforos, ni notificaciones. Solo el murmullo del viento entre los árboles, el canto de los pájaros y la hospitalidad de sus vecinos. Cicera te invita a reconectar contigo mismo y con lo esencial.

Desconecta en uno de los pueblos más bonito de Cantabria

Naturaleza y senderismo: rutas inolvidables desde Cicera

 

Uno de los mayores atractivos para quienes buscan desconectar en Cicera es adentrarse por sus muchas rutas de senderismo. Desde el mismo pueblo parten varios caminos que atraviesan bosques y montañas del Parque Nacional de los Picos de Europa.

 

Entre las rutas más conocidas destaca el tramo del Camino Lebaniego que pasa por Cicera. Esta ruta jacobea conecta San Vicente de la Barquera con el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, y atrae a caminantes de toda España.

 

Otra caminata recomendable es la ruta hacia la ermita de San Roque, desde donde se obtienen unas vistas panorámicas increíbles del valle. Y si buscas una experiencia más completa, puedes organizar una excursión al desfiladero de la Hermida o al mirador de Santa Catalina.

 

Alojamientos rurales: vive Cantabria como un local

 

En Cicera, uno de los pueblos con más encanto de Cantabria, encontrarás diversos alojamientos rurales que permiten disfrutar de una estancia auténtica y en sintonía con la naturaleza. Desde casas de piedra cuidadosamente restauradas hasta apartamentos ideales para escapadas en pareja o en familia, el ambiente rural se respira en cada rincón.

 

En el Molino de Cicera te ofrecemos precisamente eso: una experiencia acogedora en un entorno natural privilegiado. Restaurado con mimo para conservar su esencia original, nuestro alojamiento está pensado para que te sientas como en casa. Cuidamos cada detalle y compartimos contigo la hospitalidad de quienes vivimos aquí, con un trato cercano y personalizado.

 

Además, en nuestra casa y en muchos otros alojamientos de la zona, podrás disfrutar de desayunos caseros y productos locales que reflejan el sabor de esta tierra. Vivir Cantabria como un local es posible, y desde el Molino de Cicera te invitamos a hacerlo realidad.

 

Gastronomía montañesa: sabores que reconfortan

 

La cocina tradicional de Cantabria triunfa en Cicera con ingredientes de calidad y recetas auténticas. Podrás disfrutar de platos como el cocido lebaniego, elaborado con garbanzos, chorizo, morcilla y carne de cerdo.

 

Otros platos como las sopas caseras, quesos de cabra del valle o postres como los quesucos o la leche frita forman parte de la identidad culinaria de la zona. Comer en Cicera es dejarse abrazar por el sabor de la tierra y por la generosidad de su gente.

 

Algunos restaurantes en los alrededores, dentro del valle de Liébana, combinan tradición y creatividad, con productos locales y vistas espectaculares. Una experiencia sensorial completa.

 

El valor del silencio: meditación, lectura y bienestar en Cicera

 

Para muchos viajeros, más allá del senderismo y la gastronomía, el mayor valor de Cicera reside en su capacidad para regalar silencio y paz mental. Si necesitas resetear tu mente, este pueblo es ideal para practicar la meditación, el yoga o la simple contemplación.

 

El ritmo pausado de la vida rural, el aire fresco de la montaña y la ausencia de contaminación acústica hacen de Cicera un lugar perfecto para actividades de bienestar. Puedes dedicar tiempo a la lectura, escribir, pintar o simplemente estar.

 

Desconectar en uno de los pueblos más bonitos de Cantabria, Cicera, significa también reconectar con tu momento presente. Volver a lo esencial.

Desconecta en uno de los pueblos más bonito de Cantabria

Actividades culturales y celebraciones locales

 

Aunque pequeño, Cicera ofrece al visitante la posibilidad de conocer de cerca la cultura montañesa. Durante el año se celebran fiestas tradicionales, como las romerías en honor a San Roque o Santa Catalina. Estas festividades, donde se mezcla lo religioso con lo popular, reúnen a vecinos y visitantes en celebraciones llenas de música, danza y comida.

 

Además, en los meses de verano suelen organizarse mercados de artesanía, conciertos tradicionales y jornadas dedicadas a la historia y etnografía del valle.

 

Participar en estas actividades no solo enriquece el viaje, también permite conocer de manera auténtica cómo se vive en uno de los pueblos más bonitos de Cantabria.

 

Cómo llegar a Cicera y cuándo visitarlo

 

Cicera se encuentra a aproximadamente una hora y media de Santander, con acceso por carretera a través de la N-621 en dirección a Potes. El último tramo se recorre por carretera de montaña, lo que añade encanto al trayecto.

 

El mejor momento para visitar Cicera es entre la primavera y el otoño. En abril y mayo los paisajes rebosan verdor y flores. En verano, el clima es templado y perfecto para rutas largas. Y en otoño, los bosques se tiñen de colores cálidos, convirtiendo cada paseo en una postal.

 

Durante el invierno, Cicera se cubre de nieve en ocasiones y muestra otra cara: la del recogimiento, las chimeneas encendidas y los paisajes nevados.

 

Si buscas una escapada rural donde respirar profundamente, caminar sin prisas y dormir en silencio absoluto, este pequeño pueblo en el valle de Liébana te espera. Tu lugar de descanso, de inspiración, y de renovación está en Cantabria. Está en Cicera.

 

Planifica tu viaje hoy, y prepárate para descubrir un rincón que cambiará tu concepto de descanso.

 

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Debido a su historia y rodeada de montañas que forman la alineación de Peña Sagra, Cicera ha conseguido permanecer inalterada a lo largo de los años, convirtiéndose en uno de los pueblos más atractivos de Cantabria.

Características de Cicera

En el año 2008 y según el INE, Cicera contaba con una población de 68 habitantes. Está a unos 500 metros sobre el nivel del mar y dista cinco kilómetros de Linares, la capital municipal.

Pasa por este lugar un arroyo, el río Cicera, que en su descenso hacia el río Deva, del que es afluente, forma la garganta de la Agüera Riocicera, un desfiladero lateral respecto al de La Hermida.

Es el último pueblo del municipio antes de pasar a Lamasón, lo que ha determinado que sea lugar de paso de varias rutas de senderismo.

Sendero Camino de Arceón

Por Cicera pasa el sendero del llamado «Camino de Arceón», que parte del Collado Joz, entre Lamasón y Peñarrubia, pasa por Cicera, sube al collado de Arceón (971 m) y baja a Lebeña, para seguir después por Castro-Cillorigo, donde enlaza con el Sendero de la Reserva de Saja, continua por Potes y llega al Monasterio de Santo Toribio de Liébana.

Es por ello que es lugar de paso para aquellos que realizan el Camino Lebaniego.

Qué ver en Cicera

En Cicera encontramos la iglesia parroquial en estilo barroco montañés, construida en los siglos XVII-XVIII en la que se puede apreciar la belleza de la portada de arco en casetones y de capilla interior, de complicada nervadura de estrellas y combados.

Junto a la iglesia se encuentran las ruinas de la ermita de Santa Cilde.

Cerca de la localidad encontramos también la ermita de Santa Catalina, desde la que sale un camino que lleva al al mirador de Santa Catalina, situado en los restos de un antiquísimo castillo conocido como “Bolera de los Moros”.

Un poco de historia sobre Cicera

Se cree que las primeras ocupaciones de la zona fueron grupos de cazadores y recolectores del Paleolítico Medio (entre 90.000 y 35.000 años antes del presente). Así, se han documentado ocupaciones de hombre de Neandertal que debía de remontar el Deva durante la primavera y el Verano persiguiendo a las manadas de cabra montés y rebeco hasta Liébana, mientras que, en los meses de invernada, retornar a la zona costera, con mejor clima.

Durante el Paleolítico Superior (35.000 a 10.000 años de antigüedad), se aprecia una mayor ocupación del municipio, debido a la aparición de un buen número de cuevas con restos de este período. Posiblemente las cuevas de Peñarrubia eran empleadas, durante los meses más benignos del año, en los cuales la pesca del salmón y la captura de cabras y rebecos ofrecían una fuente predecible de recursos alimenticios, de gran importancia para la subsistencia de los grupos humanos paleolíticos, eminentemente nómadas.

Con el final del Paleolítico y del Holoceno, la población debió incrementarse. Es el momento en que empiezan a ocuparse las zonas altas de los valles interiores, aunque dentro de una economía basada en la caza y la recolección.

La generalización de la agricultura y la ganadería, durante el Neolítico y la Edad del Cobre (entre 6.000 y 4.000 años antes del presente), provocó la necesidad de ocupar nuevos territorios. Es en este momento cuando se colonizan definitivamente las partes altas de los valles y los pastos de montaña, zonas que frecuentemente son deforestadas y convertidas en zonas de pastoreo por la comunidades humanas. En esta fase se generaliza el fenómeno megalítico del que, en Peñarrubia, se conocen numerosos ejemplos, como la necrópolis megalítica del Collado de Llaves (con seis túmulos) y la de Cires (con catorce túmulos, de los que cuatro se encuentran en el municipio de Peñarrubia y el resto en Lamasón). Los túmulos son sepulcros levantados de la tierra.

En general estos túmulos son de escasas dimensiones y en ocasiones conservan restos de cámara dolménica, o estructura central de piedra dentro de la cual se enterraba a los difuntos.

La edad de bronce (4.000 a 2.700 años de antigüedad) y la edad del hierro (entre el 700 A.C. y la conquista romana, 19 A.C.) han dejado algunos restos, si bien no se tiene constancia de la existencia de poblados castreños típicos de estos períodos. En algunas de las cuevas del municipio, han aparecido cerámicas y restos de esta época. Es reseñable la aparición de grabados rupestres en el Tombo (Abrigo) de las puertas del castillo de La Bolera de los Moros, quizás una representación de un ídolo datado en la edad del bronce.

Época Romana en Cicera

La época romana tampoco ha dejado testimonios en Peñarrubia, a pesar de que la existencia de fuentes termales en Caldas y La Hermida hace pensar en la utilización de las mismas en esta época. Únicamente algunos fragmentos de cerámica aparecidos en cuevas como El Nidral o Ciloña pudieran atribuirse a estos momentos.

Cicera en la Edad Media

El comienzo de la Edad Media supone un momento de esplendor para la comarca. Con la llegada de los árabes a la Península, se produce una llegada masiva de población a los apartados valles asturianos y cántabros. La aparición de un tesorillo de monedas de oro visigodas en las proximidades de La Hermida hace pensar en unos tiempos de inestabilidad, en los que esta zona se convirtió en refugio para buena parte de la población cristiana.

Mención especial merecen las evidencias que documentan la llegada en estos primeros siglos del medievo, de las primeras comunidades cristianas, las cuales fundarán por toda la región un buen número de monasterios, de los que conocemos en Peñarrubia el de Aguas Cálidas, hoy en día desaparecido (se documenta su fundación en el documento más antiguo del Cartulario de Santo Toribio de Liébana datado de enero del año 790 dc).

En estos momentos se citan en fuentes escritas, por primera vez, la mayor parte de los pueblos del municipio, lo que demuestra la vitalidad que en la época tenía Peñarrubia. En un período de tanta inestabilidad, el castillo de La Bolera de los Moros, en Piñeres, se convirtió en un formidable bastión, que desde su situación estratégica, controlaba a la entrada a Liébana y los pasos hacia el Valle del Nansa. Este castillo y en general el desarrollo que Peñarrubia tuvo en los primeros siglos de la Edad Media, es un claro ejemplo de los esfuerzos realizados por la monarquía asturiana para llevar a cabo la repoblación y el control de territorio cantábrico.

Con el avance de la “Reconquista”, en plena Edad Media, los valles del norte de la península van perdiendo su trascendencia a favor de la tierras de la Meseta. El poder de la monarquía va dejando paso a un poder señorial, del que son un claro exponente los dominios monásticos y , poco después, las torres que a lo largo de la Baja Edad Media van apareciendo en el valle de Peñarrubia. Este tipo de construcción militar posee un inusitado desarrollo en Peñarrubia, con hasta tres ejemplos en apenas un Km. La torre de Berdeja, la torre de Piedrahita y la más conocida y mejor conservada, la torre del Pontón de Linares, debieron conformar una línea defensiva de notable trascendencia que controlaba el paso entre las cuencas del río Deva y el río Nansa. Otro elemento de la plena Edad Media es la Ermita de San Pelayo, en La Hermida, típico ejemplo de edificio religioso rural de inicios del XIII.

La baja Edad Media y el inicio de la edad Moderna supone un declive de la importancia de Peñarrubia como zona estratégica, y el municipio pasa a ser un mero apéndice de Liébana, en donde se producen notables hechos históricos y en donde Potes alcanza un reseñable apogeo como núcleo político, al amparo de su Torre del Infantado.

No obstante, el hecho de que las rutas de acceso a Liébana, tanto por el Desfiladero de La Hermida, como por los pasos entre las cuencas del río Nansa y el río Deva, tuvieran que pasar necesariamente por el municipio, produjo que la zona conservara una notable importancia, siendo el señor de La Hermida (Dueño y señor de la torre del Pontón de Linares) un influyente noble que controlaba los derechos de paso por su territorio, aunque supeditado al poder del Infantado. A pesar de ello, los dos concejos del Valle de Peñarrubia, Linares y Piñeres, que formaban parte de la Merindad de las Asturias de Santillana, consiguieron mantenerse dentro de la jurisdicción de realengo, es decir, que pagaban sus impuestos a la corona y no dependían de la nobleza.

Ejemplo de esto es la formación de la federación de los Cinco valles de Peñamellera que, a buen seguro, mantuvo a raya los intentos de señorización del territorio por parte del señor de La Hermida.

Si consultamos el Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de Pascual Madoz, editado en 1849, en el que vemos que por aquel entonces Cicera contaba con aproximadamente el 25% de todas las casas del municipio, podemos hacernos una idea de la realidad de Peñarrubia en la primera mitad del siglo XIX.

Esto nos demuestra claramente que el pueblo más importante era, en esa época, Cicera, el cual contaba, además con tres molinos harineros, uno de los cuales se encuentra dentro de nuestra finca.

También conocemos que se estaba construyendo el camino de Sierras Albas a Tina Mayor, luego en esa fecha (1849) aún no existía el camino hacia Panes desde La Hermida, y el acceso se hacia por Linares. Dado que en un principio el Valle de Peñarrubia lo componían los concejos de Linares, que agrupaba La Hermida, Caldas, Linares, Navedo, Roza, y Piñeres, que agrupaban a este último con Cicera, los primeros recibían su correspondencia de Potes y los dos últimos de Lamasón.

Edad contemporénea de Cicerca

La construcción de 2 obras civiles, que cambiaran sustancialmente la vida y costumbres del municipio de Peñarrubia, marcan el desarrollo de la edad Contemporánea en el municipio. Por un lado, la construcción de la carretera del desfiladero de La Hermida, y por otro, la construcción y puesta en actividades del Balneario de La Hermida, ambas desarrolladas en el siglo XIX.

La carretera de La Hermida: Fue construida por el Ramo de Marina a partir de los primeros años del siglo XIX con el fin de extraer las maderas del bosque lebaniego con destino a la construcción naval. Antes de la apertura de la carretera de La Hermida cuya obra duró casi un siglo, de los primeros años del siglo XIX a 1873, los contactos de Liébana con Santander capital y con la costa eran escasos y bastante menos frecuentes que con Castilla.

Una vez abierta al público la carretera de Potes a Panes, el Valle de Peñarrubia quedo, salvo el pueblo de La Hermida, al margen del trasiego del paso de las gentes que desde Liébana iban a Santander, a la costa y viceversa. Este hecho provocó que las poblaciones de este municipio quedasen bastante aisladas, y fruto de ello, conservasen su idiosincrasia. Así, de ser Cicera la población más importante de las siete a comienzos del siglo XIX, la apertura de la carretera produjo que pasase a ser La Hermida la población más concurrida.